Trump prometió desmantelar la MS-13, pero su pacto con Bukele pone en riesgo ese objetivo

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El vínculo entre Estados Unidos y El Salvador se encuentra en una fase complicada, tras el aumento de críticas acerca de cómo algunos acuerdos gubernamentales podrían impactar la lucha contra el crimen organizado, especialmente contra la Mara Salvatrucha (MS-13). A pesar de que el gobierno estadounidense ha reafirmado su compromiso con la erradicación de pandillas, nuevas revelaciones y decisiones políticas sugieren una posible discrepancia entre las declaraciones oficiales y la situación práctica en el terreno.

Durante su tiempo en la presidencia, el exmandatario de EE.UU., Donald Trump, promovió una política estricta contra las pandillas de Centroamérica. Una pieza fundamental de dicha estrategia fue la colaboración cercana con las autoridades de El Salvador para arrestar y extraditar a integrantes de la MS-13, vistos por Washington como un peligro para la seguridad del país. Estas iniciativas abarcaron operaciones conjuntas, intercambio de inteligencia y procedimientos legales contra líderes importantes de la agrupación.

No obstante, con el paso del tiempo, nuevas dinámicas políticas entre ambos países han puesto en duda la continuidad efectiva de esa colaboración. Algunos analistas señalan que, bajo una lógica de pragmatismo geopolítico, Washington ha optado por priorizar la estabilidad migratoria y la cooperación regional por encima de la presión sobre ciertos gobiernos, incluso si ello implica suavizar posturas ante situaciones que anteriormente habrían sido objeto de fuerte condena.

En este marco, ha adquirido importancia el rol del gobierno de Nayib Bukele en El Salvador. Su administración ha sido ampliamente elogiada por disminuir notablemente las tasas de homicidios y violencia en la nación, en parte debido a una política estricta que contempla un régimen de excepción y el arresto masivo de supuestos pandilleros. No obstante, también ha enfrentado críticas por supuestas negociaciones con organizaciones criminales, que podrían haber sido permitidas o encubiertas a cambio de ventajas políticas o reducción de la violencia.

Documentos judiciales y reportes de inteligencia han sugerido que líderes de la MS-13 habrían mantenido contactos con autoridades gubernamentales en el pasado reciente, lo que ha generado preocupación sobre un posible debilitamiento de los esfuerzos internacionales para procesar penalmente a los cabecillas de estas organizaciones en tribunales estadounidenses. La falta de extradiciones de alto perfil en los últimos meses ha reavivado estas sospechas.

Entidades defensoras de derechos humanos y especialistas en crimen internacional han advertido sobre los peligros de fundamentar las políticas de seguridad en compromisos informales o acuerdos de impunidad. Sostienen que, si bien se agradece la disminución de la violencia, un enfoque que favorezca resultados rápidos sobre el Estado de derecho podría acabar fortaleciendo a las mismas estructuras delictivas a largo plazo.

En Estados Unidos, miembros del Congreso y fiscales federales han expresado su preocupación por la aparente disminución en el flujo de colaboración con El Salvador respecto a casos clave. Algunos señalan que esto podría obstaculizar procesos judiciales abiertos en cortes estadounidenses, donde se busca enjuiciar a líderes de la MS-13 por delitos cometidos tanto en Centroamérica como en territorio estadounidense.

Mientras tanto, la administración de la Casa Blanca ha adoptado una posición indefinida. Aunque se valora la efectividad del gobierno de El Salvador en la lucha contra la violencia, han surgido dudas sobre el respeto a los derechos humanos fundamentales y la utilización del sistema gubernamental con fines políticos. Esta situación de ambivalencia ha causado fricciones dentro del sistema diplomático, en el que varios organismos mantienen perspectivas diferentes sobre la táctica regional.

El desafío de combatir al crimen organizado en Centroamérica requiere, según expertos, no solo acciones represivas, sino también transparencia, cooperación internacional efectiva y un compromiso sostenido con la justicia. Cualquier indicio de negociación con actores criminales socava la legitimidad del Estado y pone en riesgo la seguridad tanto regional como transnacional.

El desarrollo del vínculo entre Estados Unidos y El Salvador, junto con su influencia en la batalla contra las pandillas, continuará siendo un asunto de gran sensibilidad política. Por el momento, la idea de que intereses estratégicos afectan la estricta aplicación de la ley ha despertado la preocupación de aquellos que sostienen que la auténtica seguridad no debe alcanzarse sacrificando la justicia.

Por: Jonas Castrovila

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